viernes, 27 de febrero de 2009

¿Cómo te llamabas?


¿No les ha pasado que a veces están pensando en mil cosas que cuando alguien les dice su nombre no lo pueden recordar? Esto me ha ocurrido tantas veces que tengo que admitir que soy una total despistada para recordar nombres.



Hace algunos años conocí a un muchacho en la universidad, y nos enganchamos en una conversa que duró horas de horas. Una semana después lo volví a ver en la facultad, recordaba todo lo que habíamos hablado pero no me acordaba de cómo se llamaba. Nos sentamos en una banca mientras esperábamos nuestras respectivas clases cuando llegó una amiga mía, me saludó y se sentó con nosotros. Pensé que era el momento de presentarlos… pero no recordaba el nombre del muchacho, solo dije: “Te presento a un amigo que estudia filosofía”, y ella dijo: “María, mucho gusto”. Esperaba que él dijera también su nombre; sin embargo, solo dijo: “Mucho gusto”, vio su reloj y dijo que tenía que entrar a una clase y se fue. Hablé con él muchas veces más, tenía la esperanza de que su nombre se filtrase en alguna vez, me daba pena que él recordara hasta el día de mi cumpleaños. Así pasaron meses y meses.



Luego de terminar la universidad me lo encontré, hablamos un poco y cuando nos despedíamos me dijo: “A propósito, me llamo Andrés, esta vez no te olvides”. Qué vergüenza, todo ese tiempo él supo que yo no recordaba su nombre.


Esta semana conocí a una diseñadora muy interesante, hablamos horas de horas, pero tampoco recuerdo cómo se llama. Debe ser algo tan fácil como Andrés… creo que la llamaré Andrea. Sí, soy una muy mala amiga.

jueves, 12 de febrero de 2009

Los colores, el pato y la casita


Hace unas semanas entré a la librería a ver qué títulos nuevos encontraba, pero no sé por qué terminé en la sección de artículos para oficina. Debe ser porque me encanta el olor de los cuadernos nuevos... ¡ah!, pero esa es otra historia. El hecho es que me descubrí cogiendo una linda caja de colores, tenía 24 lápices, de colores alucinantes. Me dio pena recordar que no sé dibujar ni a un patito (por más que mi mamá me enseñó a hacerlo con el número dos nunca me salió bien). Creo que desde allí vienen mis frustraciones artísticas… Bueno también desde que me jalaron en la clase de dibujo en el kinder porque cada vez que usaba los colores me salía de los límites del dibujo. Mis padres pensaban que eso de lo artístico no era muy importante en su hija, que, según ellos, quería ser médico. En fin, un año después me veía yo a los 5 años, en mi clase de primer grado siendo la burla de mis compañeros por no dibujar bien un patito, o una casita…



Seguía acariciando los colores, y pensaba que sería lindo tenerlos en casa, pues aunque nunca los usaría, serían un buen método para mantener ocupado a Gabo (el sobrino de Da). Así que compré los colores Faber Castel, de forma triangular ergonómica y una zona de agarre suave para manejarlos firmemente, de colores luminosos y completamente acuarelables, y hechos en Alemania. Pero no resistí la tentación y al llegar a casa empecé a dibujar un pato. Me gustó el resultado.


Ahora me doy cuenta de que tal vez no soy mala dibujando patos o casitas, quizá aún no es tan tarde. Y lo confieso me niego a prestarle MIS lápices a Gabo.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Feliz San Valentontín!

El otro espejo 2008 © Blog Design 'Felicidade' por EMPORIUM DIGITAL 2008

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