Mi encuentro con el Sr. M.
Empezaré al mismo estilo del amigo Rolo, con un dicho: “A la cama no te irás sin saber una cosa más”.
M. y yo trabajamos juntos por casi dos años, y de cierta manera nos hicimos amigos. En GJ era difícil no conocer ni saber de la gente porque pasabamos gran parte del día (y de nuestra vida) dedicada a hacer más grande esa empresa y a hacernos más pequeños nosostros. Según la jerarquía organizacional, M. sería algo así como mi jefe.
M. no era muy bien visto. Desde que empecé en aquel empleo, todos decían que era un patán y cínico. Alguna vez tuvimos algún altercado (recuerdo que quise mandarlo a mierda desde la primera semana). Todos decían que tuviera cuidado, que era un especie de ser oscuro. La verdad a mí me hacía un poco de gracia, y decidí sacar mis propias conclusiones. No estoy de acuerdo con la impresión a primera vista. Cuando conozco a la gente empiezan con una súper nota aprobatoria, de ellos depende desaprobar en el curso de la amistad.
Cuando se fue F. (el verdadero jefe de mi área), M. me propuso para asumir su puesto. Yo le pregunté si eso iba a modificar mi sueldo. Él me dijo que con el tiempo se vería. Yo mencioné que lamentaba no poder (querer) aceptar, que no quería más responsabilidades de las que ya tenía. Insistió. Al final, sin quererlo, terminé asumiendo la jefatura de las dos áreas de ediciones en
Han pasado casi ocho meses, hace unos días me llamó M. y fue toda una sorpresa. Debía de haber devuelto un disco hace meses, pero se me había olvidado. Era un buen pretexto reunirnos, yo estaba muy contenta. M. me recogió de mi oficina, y fuimos a un restaurante donde solíamos almorzar. Sin embargo, él ya no era él, o mejor aún sí era, era la versión ampliada, corregida y mejorada (¿empeorada?) de lo que había conocido. La gota que derramó el vaso fue el hecho de que hablara de una compañera a quien él había llamado para trabajar a su lado, y de la que decía había descuidado sus labores. Yo le pregunté si había hablado con ella, y él dijo que se lo había comentado a X. y a Y. y que al parecer esto llegó a sus oídos así que decidió renunciar antes de que
Todo está claro. Ahora (¿como antes?), M. era capaz de arrasar con todos con tal de quedar bien ante la directiva de GJ. Tan importante es la mirada de los otros. M. existe porque el la directiva lo mira. Como un típico personaje de Kundera, M. existirá mientras el dueño lo necesite; mientras el dueño crezca, él crecerá a su lado. Qué imagen tan terrible y patética del pequeño M.
Estoy segura de que M. algún día leerá esto (ahora que anda fascinado con la onda de cibernáutica), y de hecho que se enojará mucho. Así también, imagino no estará de acuerdo conmigo. Desearía no haberlo visto solo para constatar que me había equivocado. Lo pienso mejor y todo esto solo me produce una gran pena.