La gota de rocío
del cielo se cayó
y en ella el amor mío
la carita se lavó.
Pero era tan temprano
que no salía el sol
y se helaron las manos
y mejillas de mi amor.
Creí que las estrellas
la iban a buscar
y que en su cara bella
se ponían a jugar.
Me dijo: tengo frío,
acércame calor,
y fui con tanto brío
que encendí su corazón.
Y mientras la besaba
me dijo en un temblor:
"Esto es lo que faltaba
para que saliera el sol".
Oh, gota de rocío,
no dejes de caer
para que el amor mío
siempre me quiera tener...
Empezaré al mismo estilo del amigo Rolo, con un dicho: “A la cama no te irás sin saber una cosa más”.
M. y yo trabajamos juntos por casi dos años, y de cierta manera nos hicimos amigos. En GJ era difícil no conocer ni saber de la gente porque pasabamos gran parte del día (y de nuestra vida) dedicada a hacer más grande esa empresa y a hacernos más pequeños nosostros. Según la jerarquía organizacional, M. sería algo así como mi jefe.
M. no era muy bien visto. Desde que empecé en aquel empleo, todos decían que era un patán y cínico. Alguna vez tuvimos algún altercado (recuerdo que quise mandarlo a mierda desde la primera semana). Todos decían que tuviera cuidado, que era un especie de ser oscuro. La verdad a mí me hacía un poco de gracia, y decidí sacar mis propias conclusiones. No estoy de acuerdo con la impresión a primera vista. Cuando conozco a la gente empiezan con una súper nota aprobatoria, de ellos depende desaprobar en el curso de la amistad.
Cuando se fue F. (el verdadero jefe de mi área), M. me propuso para asumir su puesto. Yo le pregunté si eso iba a modificar mi sueldo. Él me dijo que con el tiempo se vería. Yo mencioné que lamentaba no poder (querer) aceptar, que no quería más responsabilidades de las que ya tenía. Insistió. Al final, sin quererlo, terminé asumiendo la jefatura de las dos áreas de ediciones en la compañía. Pero mi contacto con M. se hizo más frecuente y algo parecía haber cambiado radicalmente respecto a su trato con los demás empleados, era más tolerante y considerado, lejos estaba el tipejo fanfarrón y déspota que había conocido. Estaba tan feliz por él. Luego me ofrecieron un trabajo en una corporación, y dejé aquel empleo.
Han pasado casi ocho meses, hace unos días me llamó M. y fue toda una sorpresa. Debía de haber devuelto un disco hace meses, pero se me había olvidado. Era un buen pretexto reunirnos, yo estaba muy contenta. M. me recogió de mi oficina, y fuimos a un restaurante donde solíamos almorzar. Sin embargo, él ya no era él, o mejor aún sí era, era la versión ampliada, corregida y mejorada (¿empeorada?) de lo que había conocido. La gota que derramó el vaso fue el hecho de que hablara de una compañera a quien él había llamado para trabajar a su lado, y de la que decía había descuidado sus labores. Yo le pregunté si había hablado con ella, y él dijo que se lo había comentado a X. y a Y. y que al parecer esto llegó a sus oídos así que decidió renunciar antes de que la echaran. Cuánto de cierto tendría esa historia no lo sé, pero me llevé el peor concepto de él desde ese momento, y deseé que la hora pasase rápidamente. Esa mujer tenía una bebé; cuando la contrataron, no le reconocieron su hora de lactancia y ella lo aceptó; no le pagaban la asignación familiar y ella lo aceptó, y ahora se encontraba fuera, sin trabajo. Haciendo un recuento, intuí en que ella ya no quería sacrificar su vida en pos de la empresa, y él se fastidió con ello. Puede ser una conclusión fallida, pero realmente pienso que fue eso. Fue una pena saber que M. había vuelto a ser aquello que yo siempre negué.
Todo está claro. Ahora (¿como antes?), M. era capaz de arrasar con todos con tal de quedar bien ante la directiva de GJ. Tan importante es la mirada de los otros. M. existe porque el la directiva lo mira. Como un típico personaje de Kundera, M. existirá mientras el dueño lo necesite; mientras el dueño crezca, él crecerá a su lado. Qué imagen tan terrible y patética del pequeño M.
Estoy segura de que M. algún día leerá esto (ahora que anda fascinado con la onda de cibernáutica), y de hecho que se enojará mucho. Así también, imagino no estará de acuerdo conmigo. Desearía no haberlo visto solo para constatar que me había equivocado. Lo pienso mejor y todo esto solo me produce una gran pena.
jueves, 25 de octubre de 2007
Es increíble que, aun ahora, comprar condones sea tan difícil. Hace mucho tiempo que no había tenido necesidad de tener uno la mano, pero luego de mi última visita a la ginecóloga, mi novio y yo creímos que era la mejor opción.
Fuimos a comprar condones luego de hacer las compras de la semana. Él acostumbrado a encontrarlos en las cajas de los súper, se zambullo en kilos de caramelos, chocolates, máquinas de afeitar, Vanidades, baterías, Gato Pardos, chicles, Cosas… etc., pero ningún maldito preservativo, yo se lo había advertido, pero fiel a su costumbre no me hizo caso. “Es extraño -me dijo-, en San José por si te los has olvidado, los venden acá”.
Al salir de allí, fuimos a la farmacia del súper, pero igual, no había ninguno a la vista. Buscamos por todo lado, y nos dimos cuenta de que estos se encontraban dentro, justo detrás del mostrador, el acceso era demasiado difícil; debíamos solicitarlos. Los mirábamos de lejos (¿han intentado leer a más de tres metros con una miopía de 2 grados?). Damián y yo jugábamos imaginando qué beneficios traería el uno en comparación del otro -y es que desde nuestra posición solo podíamos ver los colores de las cajas-, y cómo le pediríamos a la señora del mostrador que nos explique las diferencias entre uno y otro. Fue realmente complicado. Cuando nos dimos cuenta ya había una gran cola de gente que esperaba ser atendida, y nos arrepentimos de pedir especificaciones. Damián empezó: “Deme dos rojos y dos morados”. Habían muchas señoras en la fila, que se quedaron mirándolo horrorizadas, cómo él señalaba sus preciadas cajitas de colores. En ese momento recordé a tía que le gritó a Damián por abrazarme en otro súper mercado. Pagamos y nos fuimos.
Damián se preguntaba porque era tan difícil, y se moría de risa. Las señoras me miraron con envidia, cuando atravesamos la fila para regresar a casa.
Cuando empecé con este rollo de las computadoras -más precisamente desde que me compré una y decidí conectarme a la red-, nunca me llamaron la atención los Hi5. Los había visto alguna vez, y por cierto no faltaba algún iluso que me comentaba, que había colgado algunas fotos en la web, y que fulanita de tal lo había aceptado como “amigo”.
Recuerdo cuando Sayo me comentó esto, lo siento Sayito, pero me cagué de la risa después… para no herir tus sentimientos... Me pareció sumamente estúpido que alguien se emocionara porque una tipa lo había agregado como contacto… ¿significaba eso algo?
En fin, creía que estas cosas las hacían los retrasados que no tenían tiempo para tener una vida normal. Perdedores desesperados inmersos en una cacería electrónica en busca de alguna imagen, un cúmulo de píxeles que llenarían el vacío de sus vidas. Un absurdo… una pérdida de tiempo total. Después de tanta insistencia del: “Debes ver mi Hi5”, inicié mi aventura cibernética.
En primer lugar, me creé una cuenta para poder acceder y Da me exigió poner cosas, casi contra mi voluntad. Luego, empezó mi viaje, un viaje plagado de incongruencia y estilos kitsch, respecto a las reseñas que los usuarios hacen de ellos mismos, para que otros atrapados por la red los agreguen como "amigos"; los hay los desesperados, los pesimistas, los imbéciles, los intelectuales, los maníaco depresivos. Todos con un solo fin: llamar la atención y, claro, celebrar el ser agregado por un incauto más. Y la telaraña va creciendo y creciendo.
Respecto de las estupideces que he leído, para muestra un botón:
“Acerca de mí:
OOOPS I DID IT AGAIN!!!!!!!!!! Soy alguien que vive la vida muy relax, son pocas las cosas que en verdad me tomo en serio...TODO ME VALE MADRE!!! Lo peor que uno puede hacer en la vida es preocuparse, requiere mucho esfuerzo mental prefiero guardar mis neuronas para desperdiciarlas en otras cositas... pero en el fondo muy en el fondo creo q soy buena gente, me intereso por mis amigos y amo los animales, en especial los perros, mi color favorito es el rosa y me encantan las hadas... lo único difícil es tener que esconder mis alitas... ok a pasarla bien LA VIDA ES UN WOODSTOCK!!!! HIPPIE 100%”.
Sin comentarios.
Luego las fotos. Al “navegar”, me iba encontrando con mis compañeros de escuela, de colegio, de universidad, de mis antiguos empleos. Todos en pos de publicar una imagen, de hacer ver a los demás lo bien que estaban ahora, todos más gordos, más viejos, más primos, y creyéndose todo lo que sus “amigos” ponen en los comentarios. La mayoría está en medio de fiestas, con otros desconocidos más, con muchas botellas en la mesa y luego más fotos de fiestas con más y más botellas. Debe ser que el alcohol le da estatus a uno. Alguna vez me he topado con fotos de tipos y tipas medio desnudos, cuerpos que jamás debieron ver la luz, pero aun así algunos comentan: “Hey! se te ve muy bien en esa foto”. Una locura total.
Siempre fui muy admiradora de Woody Allen. He visto, no todas, pero sí muchas de sus películas y sentía cierta empatía con los personajes que interpretaba. Disfrutaba con el humor sarcástico que se filtraba de cada uno de sus personajes. Cada construcción digna de ser objeto de psicoanálisis en una ciudad enredada. Hablo en pasado porque ayer mi admiración cayó a niveles catastróficos. Ayer me detuve a ver Manhattan. Había intentado ver esta cinta muchas veces, pero siempre sucedía algo que lo impedía.
Cuando conseguí la película hace más o menos cinco meses, encontraba a
Damián todas las noches. Debió ser por eso, que durante todo ese tiempo el disco estuvo esperando. Luego, un día que me dijo que llegaría tarde a nuestra cita, decidí ponerla…. Pero sucedió algo que nunca me había pasado al ver una película de Woody, me quedé dormida a los 20 minutos, pensé que fue porque estaba muy cansada. Fue extraño, me dio pena contarle a Dami, y le dije que aún no la había visto. Luego intenté verla la noche siguiente, pero igual… me quedaba dormida en la misma escena, cuando Issac y Mary andan en la “luna”. Todas las veces me quedaba dormida en esa escena. Pero sucedió que un día antes de que Dami llegara a Lima y porque no podía dormir por los nervios, pensé verla. Me dije, esta vez no dormiré de lo ansiosa que ando así que será noche de película. Era mi última noche sola, antes de empezar a vivir con Dami. Entonces puse Y tu mamá también del mexicano Cuaron, simplemente me divirtió, algo floja en la trama, simple, pero interesante. Me gustó. Y como aún estaba despierta, decidí seguir mi ciclo de películas seleccionadas con el gran Woody y su Manhattan, estaba tan ansiosa, que no tenía nada de sueño a pesar de que eran como las tres de la madrugada… veía la pantalla, y de pronto, no sé cómo, ya no recuerdo más que a Woody y a Mary corriendo con unas hojas de periódico sobre la cabeza… Nuevamente había sucedido… pobre Woody. Más tarde o sea a las doce de la mañana llegaba Damián, lo recogí en el aeropuerto, y cuando llegamos a casa y después de comer le propuse ver la película juntos… mala idea… al rato nos encontrábamos en la cama y habíamos olvidado por completo hasta los nombres de los personajes porque estábamos dormidísimos… así la película nuevamente se fue al carajo... Hasta casi un mes después.
Ayer la vi completa, o casi completa porque me daba tanto sueño que cerraba los ojos y Damián me despertaba con algún comentario y yo hacía como si nunca hubiera pestañeado… fatal!!! Al final casi que no entendí los diálogos. El único que se reía con Woody era Damián... yo me entre dormida y despierta veía como el maldito Issac le pedía a la linda Tracy que no se fuera a Londres porque el se había dado cuenta de que la amaba… pobre imbécil egoísta... y la pobre chiquilla le reclamaba no el hecho de que le dijera y le pidiera eso, sino porque no le había dicho una semana antes que estaba enamorada de ella, porque ahora ya tenía planes hecho…. Y bla bla… finalmente me quedé dormida sin cargo de conciencia... Deteste la pela…. Por mala, pero la recomendaría a aquellos que sufren de insomnio… No sé qué pensar, de repente mis apreciaciones son demasiado subjetivas, pero aunque tengo Bananas, esperaré este fin de semana...
Debo empezar escribiendo para mí misma… Nunca sobre mí misma…
Esta semana ha sido bastante caótica, muchos de mis amigos me han llamado para reclamarme lo mala amiga que he resultado ser, y no es para menos… Realmente no sé ser amiga… lo admito, pero no creo que sea un problema.
Uno de las razones por las que no podré ser nunca una "amiga" es que que me cansa escuchar, me estresa demasiado llenarme de cosas externas -para problemas tengo suficentes con laso mías-. Soy demasiado egoísta...
Tampoco soy de aquellas que buscan reunirse con “amigos” para “pegársela”. Puesto que he dejado de beber en cantidades industriales desde hace muchos años, y casi ya no me gusta desvelarme en una reunión a menos que sea muy necesario. Prefiero mi música, mis libros, las cosas que encuentro en la red… (pero esa es otra historia).
Yo soy una solitaria que no sabe cómo mantener a los amigos… soy una anacoreta… alguien que no es parte de este mundo, un ser marginal, una persona solitaria; yo rehuyo la compañía de los demás.
Mea culpa, “amigos” míos, pero también es responsabilidad de ustedes, que no saben elegir bien.
domingo, 15 de abril de 2007
Me duele el cabello, y lo digo literalmente, me duelen los ojos, la nariz, y los labios; mis uñas y mis rodillas; mis pies y hasta el hueso aquel que ni sabía que existía. Me duele el corazón inclinado a la derecha, mi hígado volteado y mi cabeza fuera de su lugar. Él se ha ido.
Mis manos repiten su nombre y no sé cómo hacer para callarlas, porque por las noches gritan tan fuerte que ya ni los vecinos pueden dormir. Todas las mañanas despiertan, las pobrecitas con las cutículas hinchadas de tanto haberlo llorado. Antes de anoche ocurrió algo realmente lamentable. La señora Juana, quien vive en la casa de al lado, tocó mi puerta… sería como las 1 y media… me levanté muy molesta porque apenas y estaba pegando los ojos debido al escándalo. “Buenos días”. “Hey! Sí buenos… ¿en qué puedo ayudarla?”, dije tratando de mantener los dedos dentro de mis bolsillos, que se movían desesperadamente queriendo ver lo que estaba sucediendo.
- Los vecinos ya estamos cansados de los ruidos que salen de su casa todos los días desde hace una semana, justo después de que usted volvió.
- Lo lamento, entiendo a qué se refiere, pero no sé aún como solucionarlo.
- Es fácil, tómese una pastilla antes de dormir y verá cómo se soluciona todo.
- Es que es no soy yo… verá … son mis manos…
- ¿Cómo sus manos?
- Sí, mis manos - dije, y las saqué de los bolsillos, le mostré a aquella señora mis manos todas ajadas de tanto llorar y gritar-. Déjeme que le explique…
- Por Dios, ¿usted está loca?
- No loca, no; enamorada. Pero creo que mis manos mucho más que yo.
La señora Juana hizo un gesto de asco cuando me dispuse a contarle algo de mi historia, al ver su rostro me di cuenta de que esa tía nunca entendería nada, y que perdería una hora de intentar dormir… así que le comenté que sufría de pesadillas y que le haría caso a sus recomendaciones de pastillas.
Pobre de esta gente que no entiende que las manos también se enamoran... que el cabello también extraña y que los ojos besan… No creo estar loca; simplemente, que uno también es su cuerpo, y un cuerpo extraña.
Al día siguiente fui por las pastillas, algo de Clonazepan y estaría más tranquila, pero ahora que me siento en mi cama, y sujeto la pastilla en mis dedos… ¿cómo hago que se las tome? Todo un dilema este que tengo entre las manos. Los pobres vecinos no podrán dormir tampoco esta noche, y la señora Juana vendrá a tocarme la puerta nuevamente.
Al comenzar este blog, había pensado solo colgar cosas que nada tuvieran que ver conmigo… mi vida que es un incesante discurrir de tiempo…
Seis y media de la mañana, ducha fría, un jugo casi corriendo de manos de Judith, y salir otra vez corriendo. Cojo el bus, como siempre repleto, viaje de hora y media de pie para llegar a mi trabajo. Café y croissant. Trabajo todo el día. Solo espero, espero la hora de salida. Seis de la tarde, otra vez el bus, de pie a casa.
Llegar a casa… Me espera la felicidad a través de una ventanita. Hace seis meses, llegó el Principito, se ha instalado en espacios de mi vida. Hizo un campito entre mis miedos y las locuras que a veces me embargan, y silenciosamente se acomodó con la tranquilidad que lo caracteriza. Él buscaba el dibujo de alguien que lo acompañe. Ahora solo esperamos el momento propicio, ese momento que hará que la ventanita se haga una puerta, y que el Principito empiece sus viajes por más mundos.
Sentado delante de una pantalla vacía, escribes un tontísimo cuento que tal vez nunca termines. Deslizas tus manos sobre el teclado esperando que mágicamente las palabras aparezcan. Contemplas de vez en cuando el trabajo avanzado. Pero eliminas todo al terminar la página. No estás conforme, nunca estarás conforme. Tienes los ojos bastante cansados, la presión es cada vez mayor… te frotas los ojos, piensas, vuelves a frotarte los ojos. Cada movimiento se va haciendo más y más lento. Te pararás y mirarás por la ventana; la luna aún está allí grande y luminosa.
Tu esposa te ha pedido millones de veces que no fumes en la casa porque “sus” hijos no pueden aspirar ese terrible humo cancerígeno. Le has hecho caso desde siempre, pero ahora que todo está en silencio, que ellos no están, desobedeces.
Ella ha salido. Por eso con mucho cuidado has prendido un cigarrillo que tenías escondido en la cartera hace varias semanas, aunque no tienen ceniceros en la casa, logras improvisar uno. Coges una platina de chocolate que Andrés olvidó en el escritorio a la hora de despedirse. Te pierdes en el humo que expiras… es tan delicioso sentirte libre en tu propia casa. Así que te sentaste frente al teclado y quisiste escribir… pero, el miedo invade cada centímetro de tu cuerpo cuando te das cuenta de que no sabes sobre qué escribir. El miedo, la pantalla vacía, el tedio, la rutina, el aburrimiento…
Hombre de mediana edad busca… ¿qué buscas? Aún no puede decidir que encontrar luego de haber buscado durante todo este tiempo. Una familia feliz, bueno sí la tiene. Él trabaja para una importante compañía y su salario alcanza para poder solventar los gastos de su familia. Por lo menos tienen un seguro dental… Laura trabaja también y tan mal no le va. Ese olor. ¿Cuándo la conoció?.. No puede recordarlo… La noche, sí aquella noche llevaba el cabello recogido, y se parecía tanto a ella. Preciosa, con aquellas pequitas que casi le saltaban de la nariz.
Espérame estoy allá en veinte minutos… estás loco son casi las dos de la mañana, cómo vas a llegar tan rápido… sólo espérame yo llego dentro de veinte minutos… La noche la luna, estamos locos.
Lucinda mueve sus manos nerviosamente una vez que cuelga el auricular… que tendría de malo recibirlo después de todo el es solo su amigo. Hace tantísimo tiempo que no lo ve… por qué la habría llamado… qué era aquello tan importante de lo cual tenían que hablar. Pero y los nervios… eso no es normal…
sábado, 10 de febrero de 2007
Me hubiera gustado llamarme Magdalena,
Acostarme con el primer Cristo que encuentre a mi paso
Por el milagro de sentirme inocente.
Pero qué pena sólo somos humanos.
Tu boca, tus ojos
Se apropian de mi cuerpo
Recorro tu espalda
Mis dedos, mis labios
Qué pena sólo somos humanos
El dolor, la noche que calla
Tu voz taladrando mis sentidos
El frío, tu aroma
El sabor inconfundible de tu piel
Qué pena sólo somos humanos.
Por fin he oscurecido mis ojos
He levantado mis faldas
Y he dejado escapar mis estrellas
Por fin me he entregado al dolor
Y he traicionado tu recuerdo
Ahora bailo con cada uno de mis pensamientos
Tomando cada segundo para cubrir mi cuerpo,
(Un cuerpo que se escurre al cruzar la calle)
Para aliviar cada centímetro de mi piel
Que se abre para recibir migajas de te quieros.
Me he cansado de buscarte
En cada palabra
Me he cansado de mirarnos
Haciendo el amor una y otra vez
Sintiéndome una y otra vez más infinitamente sola.
Pero las flores aún están allí
Y mi piel sigue esperando
Como siempre, esperando.
Pensé jugar como lo hacía antes
Tomarte entre mis manos, y elevarnos
Pero tus besos callaron,
Como calla la noche al observarnos.
Sólo un suspiro y terminamos.
Te odio a ti y a todos los de tu estirpe,
Pues aún me duelen los cabellos.
Y sí, creo que te odio.
Aunque si lo desearás apagarías mi única estrella
Ya no te seguiría
O tal vez sí
Porque tus besos visten mis recuerdos
Y tus manos son lo más cercano a la libertad.
Cuándo notarás a este pequeño ser con ombligo
Que recoge las huellas adheridas a su piel,
Que ya no existe.
Busqué la sombra ideal, y la encontré entre los pilares que se erguían detrás del pozo que absorbía el sol con desmedida hambre. Saqué una hoja en blanco dentro de una antigua revista, luego un lápiz, el cual tenía zafada la punta, y justo antes de que la tajara, se sentó muy cerca una niña de cabellos rutilantes.
Luego de dos fallidos intentos quedó listo el lápiz. Esta vez todo era distinto: tenía como musa a un ser viviente, a una niña sentada a mi izquierda (¡y yo soy zurdo!). Esto dificultaba sobremanera mirarla de reojo y escribir. Sus tiernas manos estaban al alcance de mi vista, y vi cómo retiraba la envoltura de un caramelo rojo, la que guardó en un bello libro de catecismo.
Sus pies y todos sus dedos eran perfectos. Sólo una pequeña cicatriz en su pantorrilla derecha llamó simplemente mi atención. Me resultaba muy vergonzoso girar un poco el cuello para mirarla. Por un momento pensé en sentarme un rato bajo el ardiente sol, pero temí que alguien ocupara mi sitio. La sombra era lo más codiciado a esa hora, y había gente merodeando por ahí, en espera de que alguien dejara un espacio.
Además, su presencia era lo que más disfrutaba mis sentidos. Lo mismo podría decir de mi espíritu.
Llené la hoja de rostros, signos, números y casi garabatos. No quería escribir forzadamente, por lo que evité cualquier palabra. Me pareció inútil intentar dibujarla, su aroma de niña subía hasta mis ojos. Se me ocurrió escribir mirando el cielo, para así llamar su atención y adivinar su rostro, el cual imaginaba como el de una niña virgen María.
Sentí en mi mejilla dos miradas de reojo; la segunda de menor intensidad. Lo que llegué a escribir me pareció muy azuloso y con demasiadas referencias al mar. Casi no había señales de mi viviente musa. Bosquejé ideas que se desvanecieron fácilmente. Temía que desapareciera sin haber escrito antes algo que valiera la pena. Por un instante pensé en mirarla de lleno, pero de inmediato deseché esa idea.
Algo desde muy dentro de mí me decía que esto estropearía lo poco que había hilvanado.
Una voluminosa señora se acercó hacia nosotros. Mi musa con celeridad le ofreció un pedazo de su sombra, y fue su voz lo que hizo temblar la hoja bajo el lápiz.
Cuando terminé el poema, ya no la encontré en ningún lugar, a pesar del aroma de sus pasos.