Los Pollitos, Garfield y la fiebre
Resfriada. Decidido, no iré al concierto, me siento terrible. Llamo a Damián para cancelar, pero no contesta. Espero. Tengo la esperanza de que las dos antigripales que he tomado surtan efecto.
Bueno, me siento mejor, me pongo las zapatillas y salgo para el teatro. El concierto recién empieza en una hora, así que Damián y yo podremos ir a comer algo antes.
Dentro está Damián corriendo para todos lados. Anda organizando las cámaras para el concierto. Yo tengo fiebre nuevamente. Lo invito a comer algo, pero no me ha hecho caso porque anda en mil. En fin, hablo un rato con Marcela, voy al baño, y busco un lugar en el palco en primera fila. Damián aparece con un perro caliente y una Fanta –en ocasiones como esta entiendo por qué tiene mi adoración eterna–. Saludo a algunos amigos que han decido estar de pie más cerca del escenario, yo apenas me muevo. Ahora entiendo a Garfield. Hoy soy una Garfield que quiere escuchar Los Pollitos.
El sonido, las luces, efectos y videos de fondo están alucinantes. Este concierto me ofrecía: cinco grupos de rock ticos, buena música y barra libre todo lo que durara el evento. Qué más se podía pedir. Luego de cuatro grupos, aparecía el grupo por el que había esperado y vencido
Luego de dos birras (léase chelas), estoy más que entonada.
Si al principio solo tenía fiebre, ahora estoy afónica y toda constipada y temblando como perro con parvovirus –o mejor aún, Garfield con parvovirus–. Pero estoy contenta, todo ha valido